viernes, 27 de mayo de 2011

MARIBEL


Maribel cursaba 4ª de Primaria y soñaba con ser una gran futbolista. Le gustaba estudiar: en cuanto llegaba a casa hacía los deberes y luego iba al polideportivo de su barrio a entrenar tres días a la semana. En el polideportivo habían organizado un equipo femenino junio y Maribel formaba parte de él.

Un lunes Maribel llegó a su clase contenta, como todas las mañanas, y su compañero de pupitre, Guillermo, se acercó a ella con un gran vendaje en la pierna y un par de muletas.

-         Pero Guillermo, ¿qué te ha pasado? – inquirió Maribel.
-         - Un esguince. Me lo hice el viernes mientras entrenaba para el partido del próximo sábado.
-         -Vaya, ¡qué mala suerte! El partido del sábado es la final del torneo...
-         - Sí, ya lo sé, pero no podré jugar y, si perdemos, senos escapará el campeonato.

Maribel quedó en silencio. ¡Caray! Guillermo era delantero igual que ella; quizás hablando con el entrenador del colegio me deje jugar el sábado con los compañeros –pensó.

El entrenador de fútbol era don Julio, el profesor de Educación Física y, aunque al principio se mostró reacio, tras las muchas súplicas de Maribel, accedió a que sustituyera a Guillermo.

La semana pasó con gran rapidez para Maribel, con la ilusión del partido de fútbol del sábado: ¡estaba tan contenta! En los entrenamientos sus compañeros estaban muy disgustados pues tenían puestas en Guillermo todas sus esperanzas de ganar; él era el mejor jugador del equipo y se mostraron desdeñosos con la incorporación de Maribel al equipo.

-¡¿Qué?! –gritaron-. ¿Maribel va a sustituir a Guillermo? –preguntaban incrédulos-. ¡Una chica va a sustituir al mejor delantero del cole! –insistían una y otra vez-. ¡Vaya paquete! ¿Seguro que sabe jugar al fútbol? ¡Que se  vaya a jugar con sus muñecas y nos deje en paz!...

Cada uno de sus compañeros protestó al entrenador, pero éste había dado su palabra a Maribel; así que poco podía hacer. El miércoles entrenaron pero Maribel estuvo sentada en el banquillo. El viernes fue el último entrenamiento y Maribel continuó sentada en el banquillo y tuvo que soportar las burlas de sus compañeros.

-¡Algún día os demostraré lo buena que soy jugando al fútbol!¡Algún día! –pensaba.

Y, por fin, el gran día llegó. Maribel se levantó temprano para no llegar tarde al campo de deportes y apremiaba a su madre para que se diera prisa.

-Don Julio, ¿podré jugar hoy? –preguntó cuando llegó al polideportivo.

-Ya veremos... De momento estarás en reserva.

El partido estaba de lo más emocionante a sólo cinco minutos del final y aunque no habían marcado ningún gol, los dos equipos querían el gol del triunfo. D. Julio iba a hacer un cambio de jugadores y llamó a uno de los delanteros para ser sustituido.

-¡Maribel! .La ronca voz de D. Julio la hizo levantarse de su asiento- ¡A jugar! ¡Rápido!

Sus compañeros protestaban: -¿Maribel? –preguntaban incrédulos- ¡A callar todos! ¡Maribel, sal y demuestra lo que sabes hacer!

Se subió de un tirón los calcetines y Salió como una flecha hacia su posición. Cuando se reanudó el juego, el equipo contrario comenzó una jugada de ataque; quedaban escasos minutos para que el árbitro indicase el final del partido.

Maribel vio la oportunidad de colocarse ante uno de los jugadores contrarios y con gran habilidad se hizo con el balón, dio una vuelta y se zafó de su contrario, empezó a correr con el balón. Corrió hacia la banda derecha, vio un hueco y, sin pensarlo dos veces, chutó. Maribel cerró los ojos. De repente...

-         ¡Gooooool! –gritaron todos. En ese instante se oyó el silbato que finalizaba el partido.

-         ¡Se acabó! –gritó Maribel a pleno pulmón- ¡Hemos ganado!

Sus compañeros se acercaron corriendo y, sin pensarlo dos veces, la subieron a hombros. ¡Era su heroína! Gracias a ella habían ganado el campeonato! ¡Oé, oé, oé!

Nunca más nadie se burló de otra compañera u otro compañero, pues se dieron cuenta que no importa si eres chico o chica, alto o bajo, rubio o moreno: todos y todas podemos jugar a todos los juegos y ser igual de buenos que los demás.

Gloria Ballestar Ballestar.





jueves, 19 de mayo de 2011

Los zapatos

Un estudiante universitario salió un día a dar un paseo con un profesor, a quien los alumnos consideraban su amigo debido a su bondad para quienes seguían sus instrucciones.

Mientras caminaban, vieron en el camino un par de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un anciano que trabajaba en el campo de al lado y que estaba por terminar sus labores diarias.

El alumno dijo al profesor:

Hagámosle una broma; escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara cuando no los encuentre.

Mi querido amigo -le dijo el profesor-, nunca tenemos que divertirnos a expensas de los pobres.

Tú eres rico y puedes darle una alegría a este hombre.  Coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando las encuentre.   Ver imagen en tamaño completo

Eso hizo y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos.  El hombre pobre, terminó sus tareas, y cruzó el terreno en busca de sus zapatos y su abrigo.  

Al ponerse el abrigo deslizó el pie en el zapato, pero al sentir algo adentro, se agachó para ver qué era y  encontró la moneda.  Pasmado, se preguntó qué podía haber pasado.  Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió
a mirar.

Luego miró a su alrededor, para todos lados, pero no se veía a nadie.  La guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato; su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda.

Sus sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta, hablando de su esposa enferma y sin ayuda y de sus hijos que no tenían pan y que debido a una mano desconocida no morirían de hambre.  

El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron los ojos de
lágrimas.

Ahora- dijo el profesor- ¿no estás más complacido que si le hubieras
hecho una broma?
 

El joven respondió:
Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré.  Ahora entiendo
algo que antes no entendía: es mejor dar que recibir.

jueves, 5 de mayo de 2011

Regalo día de la madre alumnos de 6º




Los alumnos de sexto hicieron con todo su cariño unos bonitos cestos de flores de papel de seda para regalar a sus mamás en su día